




Se va la octava. Gatorei busca confirmar su buen pasar contra el encumbrado Santa Cruz en lo que seguramente será un partido palo y palo. Cal, arena y expectación para Folatti: reaparece Agustin FB pero son bajas Chicho de la Serna y Santi Rozas, mientras todo el plantel prende velas por la recuperación física de Tanque Guassardo y celebra el retorno de la cámara fotográfica a terreno universitario.
Hace tan sólo unas horas el plantel de Gatorei, sumido en algún cabaret de Costanera, estaba festejando una ajustada pero enriquecedora victoria que lo catapultaba a la posición de escolta del certamen y mantenía intactas sus ansias de ascenso. Consumido ese rápido dulce, ahora es tiempo de ponerse a pensar en el próximo compromiso.
Con sólo 120 horas de recuperación el Gato saltará al césped irregular de la cancha 6 para enfrentar a Santa Cruz, en un duelo en el que estarán en juego más que tres puntos, ya que se trata de rivales directos por el mismo objetivo. Los sureños llegan en la sexta colocación del ordenamiento, gracias a las 13 unidades sumadas en seis encuentros (3 menos que el Gato pero con un partido pendiente). Si bien la competición es larga y dura (como la vida), un triunfo sobre un rival directo imprime una luz de ventaja y un ánimo arrollador que se profetiza en auto-cumplimiento de ascenso. Por eso el Gato saldrá decidido a dar por cuareta a la banda de pingüinos empetrolados que se parará frente suyo el sábado al mezzogiorno.
Para Folatti, una vez más, lejos queda el sueño de contar con la plantilla completa. Para el fin de semana, no podrán ser de la partida dos de sus chamos más importantes: Chicho de la Serna, uno de los baluartes de la temporada, y Santi Rozas Garay, recientemente reaparecido en la zaga. Como si ese panorama no fuera lo suficientemente aciago, el conductor de la escuadra deberá esperar hasta último momento para saber si podrá contar con su líder defensivo, Tanque Guassardo. Por fortuna, podrá alinear al chacarero Fernández Bugna y así mejorar la posición relativa de la diezmada defensa.
A 24 horas de la partida más difícil de los últimos tiempos, Washin ya repasa los lentes de su Nikon, Tarando le pide a la madre que le plancha la playera de Rogerio Ceni, Dogo define en la cocina cuál par de medias llevar y todo el Gato sueña con otros tres puntos que acerquen las ilusiones de jugar en la tan anhelada divisional "B".
Gatorei volvió a la victoria al ganarle por la mínima a Deportive Rejunte, en un partido que lo tuvo como claro dominador pero escaso productor de peligro. Como todos los partidos en los que se sumó puntos, el autor de la conquista fue el canino Urroz. Tarando, sobre el final, salvó la valla invicta y los tres puntos. Vení, pasá y enterate más del 1 a 0 del Gato, estamos cobrando $25 los chicos con una consumición.
Después del lapsus de la fecha 6, el Gato volvió a la cancha 5 decidido a volver la senda del triunfo y así abandonar la 4ta posición y trepar a la 2da colocación del torneo. Gracias al gol de Dogo, que volvió a ser rubio y de ojos celestes, ayudar a cruzar a las viejitas en la calle y contribuir con el pago de los servicios en su casa, lo consiguió. El Gato tenía ante sí una parada brava, como las papas degustadas en Cigale acompañadas de kir royale y un campeonato de dedos. Necesitaba girar la página de la derrota ante Tarea Fina y llegaba con algunas turbulencias del interior del grupo, más dignas de un elenco de teatro de revista dirigido por Nito Artaza que uno de players conducidos por el Fuhrer, ex de Ugarteche. Por suerte el hermoso día peronista en el que se jugó el match no daba para desatar una tormenta, el grupo está maduro y supo canalizar bien el foco conflictivo, claro que sin poder evitar los costes, en forma de ausencia de reproducción fotográfica de la jornada.
La ausencia de Agustín FB y Pura FG por expulsión y lesión (¿de qué? Exigimos un certificado médico alusivo si no se enviará una carta documento conminando al retorno del inyenieri textil a los entrenamientos) y el retraso en la llegada de Nacho Rivero obligó a Aníbal a acomodar las piezas de la siguiente forma: Tati Tarando (valla); JP Fernández, Tanque Guassardo, Santi Rozas Garay y Mati Pacce (difesa); Chicho de la Serna, Tato Huergo, Agus Bourre, Anibal FF (mediacancha); Ferni Huergo y Dogo Urroz (arietes). El rival, haciendo honor a su nombre, no era más que un rejunte de humanidades que rodeaban a su portería. El conservadurismo de los de verde fosforescente, sumado al intento de recobrar el control de balón por parte de los vestidos por Dana, le imprimió al cotejo un claro sesgo a favor de Gatorei en lo que a tenencia de balón se refiere. Pero para compensar el vertiginoso andar del match pasado los gatorenses se pasaron de vueltas con la tranquilidad y el cuidado de la bocha que se olvidaron de verticalizar en busca del área rival. Es cierto que el agrupamiento de 6 a 8 hombres rivales en propio campo no brindaba espacios, tan cierto como que ningún dirigido por Folatti intentó la empresa de quebrar esas líneas con regates y quiebres de cintura. Lo más cercano a esto último estuvo en el cruce de JP Fernández al once rival, que, tras ser levantado por los aires en una descalificadota entrada, se quedó tendido en la gramilla por varios minutos. La ausencia de evidencia fotográfica beneficia al quatro gatorense y le aleja su miedo a ser llevado a la justicia por tal brutalidad. Si hablamos de anécdotas pseudos policiales es porque el primer tiempo no dejó mucho para contar, más que la habilidad para manejar la pelota en ¾, los sustos producidos por algún firulete de más de parte del tiempista Guassardo y un disparo de Tato Huergo de 25 metros que encontró bien ubicado al cancerbero rival y se constituyó en el acercamiento más peligroso de la primera mitad.
Así, si en vez de fútbol se tratara de una partida de TEG, el Gato hubiera logrado su objetivo porque le conquistó los cinco continentes del campo, pero como se trata de fútbol y de hacer goles para ganar, el sabor que dejaron los primeros cuarenta fue un tanto soso. Para el complemento, Folatti reestructuró el once titular mandando a la banca a toda la línea destra (JP-Chicho-Ferni) para darle ruedo a Mati FG, Nacho Rivero y el Fino de Malvinas. La segunda parte siguió la misma tesitura de la inicial, sólo que con una dosis adicional de profundidad y desarreglos en lo que a orden respecta. Los de blanco seguían dominando terreno y pelota. Bourre, una vez más en el primer escalón del podio de rendimientos, seguía multiplicándose por toda la alfombra verde para unir juego con el resto del equipo y conducir al equipo a zonas ofensivas, pero los intentos se agotaban al llegar al área rival, repleto de ninjas de color resplandeciente.
Las mejores asociaciones nacían por la banda izquierda, cuando se juntaban Folatti con Bourre y Dogo, que regalaba rostros de fastidio ante cada jugada ahogada por el rival. A medida que pasaban los minutos, el Gato seguía yendo por inercia más que por convicción aunque ganaba, de a poco, en peligrosidad: dos desbordes del oriundo de Eleodoro con centro atrás incluido, generaron sendas jugadas de riesgo, que no pudieron ser concretadas por Bourre y el Fino. Parecía que los hados no querían el triunfo merengue (sí Gapo, merengue con toques de cereza)... Sin embargo, cuando el 0-0 comenzaba a tallarse en letras de molde, un centro desde la izquierda lanzado por el reincorporado Chicho de la Serna fue directo al pecho de Dogo, que ante la salida del arquero se la tocó (la pelota) por encima de su humanidad haciendo estéril su reacción y haciendo estallar la locura en los feligreses de Gatorei. Con la diferencia a favor, Rejunte se acordó de jugar y se fue como una tromba en busca de la igualdad, a la cual hubiera llegado de no mediar una providencial atajada de Tati Tarando que desvío al corner un mano a mano dentro de su área chica.
Luego de eso, no quedaba más tiempo para otra cosa que no fuera oir el pitazo final del colegiado y volver a estrecharse en un abrazo conjunto para celebrar el retorno a la senda ganadora. Por más que haya sido por la mínima y luego de un juego que no quedará en la historia de la institución, en el que se sufrió más de lo que se disfrutó, los tres puntos eran fundamentales para no perder terreno en la tabla de colocaciones y se consiguieron, dejando atrás los nubarrones de las últimas horas. Ahora sólo falta que el conductor del Gato se compre un anillo y le talle “todo pasa”.
Llega a su fin la que tal vez haya sido la semana más dura en la piel de varios gatorenses. El fútbol, a través de Quevedo, su médium, invita a la revancha. Deportivo Rejunte como convidado de piedra en la alfombra 5 de Ciudad el lunes al mezzogiorno.
Movete Gato, movete y dejá de joder. Ese es sin ambages el grito de la parcialidad bordolina, a horas de afrontar la entrada al segundo tercio de la competición, después del trunco regreso a las canchas que mostrara Gatorei el sábado pasado con pérdida de invicto incluida. Las voces que le reclaman al Gato “moverse” más de lo acostumbrado sin dudas saben que en torneos de la envergadura universitaria, ni una golondrina hace verano ni una derrota trastoca el clima a un invierno gélido formador de estalactitas y estalagmitas; pero intuyen, conocedores de la arcilla futbolística gatorense, que para nada es recomendable sumar dos tropiezos seguidos, y que qué mejor que revertir una performance gris llevándose los tres puntos en los bolsillos. No vaya a ser que el traspié se vuelva racha.
Gatorei llega en la cuarta colocación (a la que cayó desde la posición de escolta) para afrontar el desafío de la séptima fecha. En fecha patria y al momento en que el sol del 17 de agosto no distribuya sombra sobre el court central del complejo universitario, los dirigidos por Folatti saldrán a enfrentar al Deportivo Rejunte. Nuevamente las estadísticas inclinan la balanza a favor de los surgidos de la cantera del Bunker, en lo que hace a puntos a favor, victorias, goles convertidos y recibidos, etc. Mas si de algo se trata el match del feriado es de quemar los papeles y olvidarse de cómo llega cada uno. Para otro futuro quedará la reflexión sobre de dónde se viene y hacia dónde se va y con qué recursos se cuenta. El compromiso por delante solicita a los que defiendan la blanca con vivos rojos que afronten lo que les corresponda jugar de los 80 minutos que justifican una semana, poniéndose a la altura de las circunstancias, para recuperar la mística olvidada y poder seguir en el trencito de la victoria y festejar, siendo un puño apretado gritando por Gatorei.
El regreso al fútbol del Gatorei no se pareció en nada a lo que se esperaba de él. En su peor performance de la temporada, perdió el invicto al caer 1x2 contra Tarea Fina, pero pudo ser empate a pesar del descontrol mostrado en los 80 minutos.
Como en un perverso juego de espejos (no del siempre bien ponderado “espejito”), toda las veleidades demostradas en las anteriores presentaciones se metamorfosearon en sus antípodas. Así, el Gato no fue más que un conjunto de voluntades disgregadas gobernadas por el desconcierto y el descontrol
Cuando de fútbol se trata no hay muchos misterios, pero tampoco verdades absolutas. ¿Por qué perdió Gatorei? De las muchas respuestas posibles, la que no parece dejar cabos sueltos es la que intenta ubicar la causa de la derrota en la inoportuna conjunción de actuaciones individuales por debajo del nivel acostumbrado y un desorden colectivo que parecía haberse abandonado.
Hay determinados equipos en los que la presencia de un solo hombre dentro de la cancha encolumna al resto hacia un objetivo común, ese tipo de liderazgo nunca existió en los años que el Gatorei lleva de vida. Si Weber (Max, no Javier) hubiera utilizado al Gato de objeto de estudio, probablemente no tendría el lugar destacado que hoy goza en cuanto rincón del CBC lo cobije. ¿En qué descansa entonces la unidad gatorense? Ni más ni menos que en su orden interno. Cuando ese orden no se hace presente, cuando las líneas se encuentran separadas por varios metros, cuando parece que cada uno tiene una casaca distinta y no se conectan dos pases seguidos, el Gato se desinfla. Y para colmo, apenas recibe un golpe, se pincha definitivamente y entra en el caos y la anarquía.
Algo de esto es lo que se vivió el sábado en el encuentro contra Tarea Fina, un equipo que, tanto a priori como por lo demostrado en el propio partido, no merecía ser considerado un escollo de consideración. Pero los partidos deben ser afrontados, todos, con la misma seriedad. Podría llegar a ser injusto con Tarea, pero se acercaría bastante a la realidad si se indica que el partido lo perdió Gatorei más de lo que lo ganó el rival.
Desde el principio, la propuesta del Gato comenzó a mostrar sus diferencias con lo practicado en los juegos anteriores. El juego hilvanado no cantaba presente en la alfombra universitaria, tal vez debido al retroceso físico producto del receso, a cierta falta de confianza, a que se trataba del día en que metafísicamente ninguna iba a salir bien o a una conjunción de todas las opciones anteriores.
Ante la incipiente y ostensible inseguridad en el juego, los gatorenses en vez de buscar mayor confianza a partir de la tenencia del balón, la lateralización y el aplomo, buscaban con exceso de vértigo la llegada al arco rival. Así, las jugadas que no eran desactivadas por Tarea Fina no duraban más de 5 segundos, y cobraban forma de pelotazos a la dupla delantera (Alez Urroz y Ferni Huergo), que sólo terminaba siendo acompañada por algún volante externo (Bourre por izquierda, o Chicho de la Serna por destra). Una muestra de este vértigo es que ni Pacce ni JP Fernández lograron sumarse al ataque desde los laterales, ni Nacho Rivero lo hacía desde la mediacancha, y sólo en una oportunidad Tato Huergo, el doble 5 más adelantado, logró llegar a posición ofensiva. De esta forma, el rival se agrandaba y comenzaba a convertirse en un frontón que devolvía cuanto pelotazo iba dirigido hacia su posición.
Tarea Fina, fortalecido por el Gato, llegó al gol luego de un tiro libre contenido a medias por Tati Tarando, que dejó un rebote corto en su área chica para ser luego canjeado por gol. Una falta concedida innecesariamente, un error desacostumbrado y una posterior falta de atención (tres rivales llegaban a capturar el rebote sin que ningún gatorense se hiciera presente en la zona) ponían en desventaja a los de blanco. Ese tanto fue el pasaporte al descontrol y a la maximización del vértigo. Se volvió un patrón del match ver a Tanque (tal vez el punto más alto de la mañana sabatina, junto a Bourre y Ferni) intentar arrojos personales en zonas ofensivas, desacomodando toda la estructura de juego, o caer en reacciones violentas, como la de Agusting Fernández Bugna, ya en el complemento, que terminó viendo la cartulina colorada por una patada descalificadora a un rival que le había entrado en mala forma.
Aún en medio del descontrol Gatorei pudo hacerse del empate, a través de un remate de afuera del área de Ferni que se estrelló en el travesaño, o, apenas comenzado el segundo tiempo, cuando Dogo Urroz, de paseo por la quermese del área ajena, compró dos tiros por un peso, pero su penal fue atajado y el rebote desviado. Pasar de imaginarse corriendo a buscar el balón adentro del arco para dar vuelta el partido, a volver trotando cabizbajo a esperar el saque de arco fue un golpe muy duro del que poder recuperarse.
La efímera remontada que había conducido al penal regalado por el colegiado (en compensación por una reclamada falta a Tarando en la apertura del marcador) se diluyó luego del golpe asestado por los hados y la impericia canina.
Sin que medien otras opciones de empate, Tarea ensanchó la diferencia en una jugada que no es menester describir, y podría haber puesto cifras definitivas de no ser por sus fallas en los últimos trazos de sus distintos ataques.
Ya con diez, Gatorei logró descontar gracias a Nacho Rivero, que conectó a centímetros de la portería un preciso centro teledirigido por Folatti. Sobre el final, pudo haberlo empatado, cuando Ferni, recientemente reingresado, en cambio fraternal, entrando al área remató apenas desviado.
El empate en nada hubiera cambiado la sustancia de esta crónica, seguramente se hablaría de “épica”, pero tampoco cambiaría el ánimo de los chamos de blanco. Ni eran los mejores después de apilar cuatro victorias en cinco juegos, ni son los peores tras perder con un rival netamente inferior. En torneos largos como este, debe primar la templanza, la serenidad. Si antes de comenzar a rodar el torneo, el plantel gatorense, guiado por las mellizas griegas, se dirigía al oráculo de Delfos a consultar por la posición que ocuparía el equipo concluido el primer tercio del torneo y recibía de respuesta que integraría el pelotón de los cuatro primeros, hubieran subido a las corridas, de felicidad, el monte Parnaso. Por ello, no queda más que intentar recuperar la fórmula olvidada para aplicarla en la nueva presentación contra…el rival no importa, lo que importa es el Gato.