El Gato perdía por 2-0 a los veinte minutos de la primera parte y parecía que se despedía del torneo. Pero llegó la resurrección de la mano de una inconmensurable actuación de Chicho, que obliga a preguntarse de qué planeta vino para dejar en el camino a tanto Fidel, para que el Gato sea un puño gritando por el ascenso a la B. Gracias Dios, por el Gato, por Chicho, por este Gatorei 3-Fidel 2.Every Dog has its day, como cada equipo campeón tiene su partido épico, su reseña cinematográfica. Gatorei ya había enhebrado una, allá por septiembre cuando sobre el final pudo poner justicia al marcador en una batalla futbolística contra el encumbrado Cual Eus. El envión anímico de esa gesta parecía haberse difuminado en los últimos partidos. El Gato llegaba después de ser derrotado por Bambis Boys por goleada y habiendo empatado sendos compromisos contra Y También Morcilla y el disminuido Colgados.
Contra Fidel arrancaba la serie de cinco compromisos finales, todavía con posibilidades matemáticas. De noche y sobre la alfombra universitaria las luces recaían sobre toda la plantilla. Como en esas escenas de interrogatorios, donde el haz de luz se dirige recto hacia los ojos del interrogado, el Gato se sentaba al banquillo de los acusados a defender su honradez y demostrar (y demostrarse) que el bajón de los últimos cuarenta días podría verse como la calma que antecede al estallido de la tormenta. Estaba obligado a decir mucho para revertir esa imagen, y vaya si lo hizo.
A la composición épica ayuda sobremanera haberse presentado a jugar sin Tarando, su arquero titular, ni Tanque, su líder defensivo, ni Bourre, un motor en la mediacancha. Alistar sin esos tres Fundamentals, que es como ir a la batalla calzando havaianas, obligaba a Folatti a replantear las piezas y proponer un diseño alternativo, de nombres y posiciones. Para colmo, por los antecedentes, el partido venía catalogado como de alto riesgo por el COPROSEDE y como si fuera poco, a la presencia arbitral se le sumaban dos portadores de banderines a la vera de cada línea de costado.
Ferni, el Huergo menor, era el encargado de calzarse los guantes desvencijados del futuro ingeniero; la línea defensiva salía de memoria, pero con el hermano del devenido cancerbero ocupando la cueva en lugar de Guassardo. En el medio, el debutante Matías se ocupaba del carril derecho, mientras Chicho lo hacía con el zurdo, y el medio se lo repartían los bajitos Goyos y Toni Sanz. Arriba, Dogo y Folatti completaban la formación.
Con esta puesta en escena, los de blanco tenían que acomodarse en el terreno a la nueva formación al tiempo que ir a buscar los tres puntos que los mantuvieran en posiciones expectantes de ascenso y campeonato. Desde el inicio, el juego se monopolizó por izquierda, desde donde Chicho terminaría, a la postre, ofreciendo el mejor rendimiento individual de los que se recuerden en esta temporada. El púgil, que andaba en una velocidad superior al resto de los 22 jugadores, captaba el balón y verticalizaba con una violencia inusitada. Intentaba unirse con Dogo y Yoni, pero todavía no estaban bien aceitados los circuitos, y los avances terminaban diluidos en la zaga rival. La propuesta de Fidel, con varios players cuya edad ya debe figurar en la tercera docena de la ruleta, era la opuesta: buen trato de balón, con mucho toque rápido en la zona media, para que corra el esférico y no los bípedos. Los aurirojos, o como se le llame a los que portan remeras amarillas y rojas a bastones verticales, golpearon primero, más fuerte, y por doble ocasión. Primero un pelotazo largo a espalda de la zaga central dejó sorprendentemente solo a un ariete rival, que definió fuerte y cruzado, haciendo estéril cual testículo de Jorge Rial la oposición propuesta por Ferni. Inmediatamente después, otro pelotazo encontró en soledad dentro del área al otro delantero, quien se perfiló y definió de emboquillada, sobre la humanidad de Fernando Huergo (Jr), ayudado por el viento para concretar una parábola (Y=2x).
El 0-2 en sólo veinte minutos de juego era un cachetazo al Gatorei, que si bien estaba bien parado en la cancha, hilvanando buenas jugadas y creando situaciones de gol, se veía en la obligación de marcar de a tres para seguir con aire en el torneo.
Para conseguirlo, siguió yendo con todas las armas a disposición, y consiguió el descuento antes del final de la primera parte, a la salida de un córner y luego de varios rebotes en el área. Fue Tato quien con vehemencia mandó la bola dentro de la red y, sobre todo, mandó un claro mensaje a Fidel y a los mismos gatorenses: todavía había chances y tiempo. Para el complemento quedaría lo mejor y lo más emotivo. Los de blanco seguían yendo a buscar el resultado, capitalizando el excelente momento de Chicho, que por la izquierda arrollaba a quien se le opusiera. Pero con el paso de los minutos y las posibilidades desperdiciadas, los once en cancha como los que seguían el match, expectantes, desde la línea de cal, los ánimos fueron decayendo, y los tres puntos en el bolso se mostraban como una utopía.
Pero cuando el Gato comenzaba a fastidiarse ante la imposibilidad de alcanzar por lo menos el empate se despertó a tiempo, evitando caer en ese estado de somnolencia del que había sido preso los últimos juegos. Vital fue, para esa empresa, el papel desempeñado por Yoni, gritando en la mediacancha, y sobretodo del Tetón Huergo, que mostraba el camino robando desde el fondo y yendo para adelante para despejar la modorra.
Recién a los 31 pudo llegar la primera descarga de bronca contenida, y fue en forma de empate. Tras un centro cruzado, la cabeza de Matías le cambió la dirección al balón que antes de ser capturado por el arquero rival (malaleche) fue peinada por Dogo a la red, emulando al pájaro Caniggia del 90 contra Italia. Insaciable, Gatorei fue en busca de más, siempre de la mano de Chicho, por izquierda o por derecha, enloqueciendo a la marca rival. Pisando el descuento, el mejor del partido entró al área por derecha, llegó hasta el fondo y enganchó para dejar pasar como colectivo lleno a un zaguero rival y lanzó el centro rasante que derivaría en el 3 a 2 final, producto de la impericia de un Fidelista que empujó en propia valla lo que era el segundo de Dogo en el partido. Derechos de autor al margen, el desenlace final de la jugada provocó el estallido gatorense, la corrida de Fino Scheinkestel, con ojos vidriosos y barba realineada para casamiento de sábado por la noche, para abrazarse con Dogo y todos los que iban llegando. Como en el 86 Maradona dijo “cuando me vino a abrazar el Checho Batista pensé que era Dios”, el nuevamente goleador del torneo, el que volvió después de varias fechas, declaró, emotivo, “cuando Erni me vino a abrazar para festejar el gol estaba tan emocionado que pensé que era Joaquín de Los Pimpinela”.
La victoria agónica deja al Gato a sólo un punto de la cima, con sólo cuatro partidos por jugar. El devenir no es fácil, si se tiene en cuenta lo parejo del torneo, con cinco equipos separados por una unidad. Lo más sustancial es que el Gato revivió y llega en plenitud anímica para afrontar los últimos compromisos. Llegó al partido contra Fidel como Sandro a Mendoza, pero capitalizó el ser ubicado primero en la lista del INCUCAI para transplante de actitud. Sólo resta definir si el buen ánimo fue sólo un post operatorio circunstancial o se convierte en una realidad a largo plazo.