El Gato demostró tener menos personalidad que el pelado Jorge Gezzi en sus entrevistas de Magazine TV. No pudo superar al peor equipo de la divisional que presentó sólo 9 jugadores. Con cinco partidos para el final, las posibilidades siguen intactas, pero si no se convence de que está para ascender, las matemáticas no harán milagros.
Todas estas crónicas supieron escribirse 48 horas después de concluido cada partido, abrigadas por la idea de que el doble rol de jugador y copista podría llevar a escribir en caliente, olvidar rasgos destacables y, tal vez, confundir el foco adecuado.
Quizás esta vez, sea conveniente asir la táctica opuesta, y estampar lo que salga, en estos momentos en que el 0 a 0 sin atenuantes conseguido contra Colgados del Travesaño, uno de los colistas de la divisional y que jugara todo el match con nueve jugadores es un recuerdo demasiado fresco.
Todavía resuena, metálico, el penal incrustado en el palo del minuto final, que podría haber borrado de desilusión tantas fachas gatorenses, y que deja sin embargo la triste idea de que en el fondo hoy no era el día, las cosas no iban a salir bien, y cuando está escrito que no salgan bien, no salen.
No sería extraño en estos momentos de sinsabor (sólo dos puntos sobre los últimos nueve disputados) aferrarse a explicaciones metafísicas. Después de todo, si esta no fuera tal vez la salida más humana, no habría religión, y Dios debería salir con el diario bajo el brazo en busca de otro trabajo para poder parar la olla a fin del día.
Mejor es sentarse a pensar qué hay detrás de este presente, qué materialidad hace que el Gato haya dejado de ser ese equipo sólido de un mes atrás y se haya convertido en esta tibia versión que no parece pisar firme en la cancha, que se torna anodina y es superado por sus rivales, nervios o lo que aparezca.
La idea que retumba con mayor refuerza es que al Gato le cuesta ponerse la ropa de candidato al ascenso, y que cuando está parado contra un equipo que sabe menor y que se sabe que hay que salir a arrollarlo para ganar y seguir sumando, se vuelve apático. No es falta de agallas, sino falta de personalidad. No es una carencia imputable a algunos en particular, es un mal de equipo que ataca a cada uno en diversa forma.
El empate contra Colgados no malogra las posibilidades matemáticas de ascenso en absoluto, si bien que desde ya haber sumado de a tres lo colocaba en mejor posición relativa. El punto conseguido malogra el ánimo acumulado hasta el momento, y lleva a pensar que si no se le ganó a un rejunte de nueve jugadores del peor equipo de la competición intentar ascender es de una vergüenza exacerbada.
Quizás el descorazonador empate sirva para cambiarle la carátula a este Gatorei, que a cinco fechas del final sigue con intactas posibilidades matemáticas de conseguir el objetivo. Sólo el tiempo dirá si este duro cachetazo sirve de trampolín para cambiar lo que hay que cambiar, o es el empujón recibido desde arriba sobre un tobogán.
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