Con todo preparado para empezar la fiesta y cargar 24 en el inflador anímico, el Gatorei debió contentarse con sólo un punto. Un error arbitral sentenció un 2-2 final que deja un sinsabor relativo y achica, pero no cancela, las posibilidades de ascenso.
¿Puede cambiar tanto la suerte en sólo cuatro días? Lo que el martes contra Fidel había sido pura fortuna, con la moneda cayendo a favor del Gato significando una victoria en el tiempo recuperado, el sábado trocó en que fortuna no girase a favor y el tiro del final beneficie a su rival.Para colmo de males, esa mala fortuna vino de la mano de un fallo arbitral fallado de origen, ya que el penal señalado en el segundo minuto adicionado del complemento sólo existió en el deseo de los jugadores de Indio Bob y lamentablemente sobre todo en la imaginación del colegiado.
El sabor que deja el partido del sábado jugado en la cancha 1 universitaria varía a cada minuto desde el momento en que aquel llegó al final. El 2-2 estampado en el score fue leído en lo que va de la semana en un continuo que va desde la señal de que el Gato está intacto para pugnar por el ascenso hasta la sensación de que las tablas contra los de rojo marcan el fin de la ilusión.
Esa varianza en el diagnóstico surge de la combinación de distintos factores, como ser cómo llegaban los dirigidos por Folatti, del propio desarrollo del partido y de los demás resultados.
Luego de haber sudado la gota fría contra Fidel, la recuperación gatorense era un hecho, tanto en lo anímico como en lo futbolístico. Con ese match en la mente, Folatti mantuvo en la formación inicial para el compromiso del sábado a quien fuera la clave del partido entre semana, así, Chicho de la Serna volvía a sorprender desde el inicio como volante por izquierda, con Ferni por la otra banda y Dogo Urroz y el mismo DT como arietes. Tarando volvía a la valla gatorense, custodiado por una línea defensiva formada por JP Fernández, Tato Huergo, Agus Bugna y Matías Pacce; mientras que Yoni Sanz y Agus Bourre cumplían en repartirse la mediacancha.
Desde el inicio Indio Bob impuso su ritmo al partido, y con mucho despliegue y buen juego buscaba constantemente el triunfo en un terreno de juego en el que costaba hacer pie. Más despierto que su rival, los de rojo comenzaron a recolectar situaciones de gol, no muy claras por cierto. El Gato, por su parte, recogía el guante y respondía con una linda combinación entre sus clavijas ofensivas que terminó con un casi gol de Folatti.
Después de una serie de llegadas, Indio Bob abrió el marcador, tras aprovechar sucesivamente un desajuste defensivo y un rebote certero. El 0-1 volvía a poner a los de blanco en la obligación de arrancar desde atrás para alzarse con putos. Ante el golpe recibido, salió decidido a igualar las acciones, e inclinó la cancha, con juego y voluntad.
Para colmo de males, a la brevedad Chicho sintió un pinchazo en el isquiotibial izquierdo (o derecho, lo mismo da), y como no estaba en un laboratorio de diagnóstico haciéndose una extracción sino en una cancha de fútbol, la seña fue entendida como posible desgarro, debiendo abandonar el terreno de juego. Ani pasaba a ocupar su posición, y el Fino Scheinkestel a pararse al lado del goleador del Gato.
Los de blanco iban con entusiasmo a tratar de emparejar el juego y, sin poder concretarlo en claras oportunidades de gol, el empate terminó llegando del pie derecho de Bourre, quien conectó un centro lanzado desde media cancha.
Ya en el complemento, Gatorei comenzó a quedarse sin piernas (tal vez sintiendo los dos partidos en 96 horas), en una cancha extremadamente pesada para el juego, donde contaba con más gente preparada para salir, por su condición física que relevos disponibles. La forma de solventar esto venía de la mano de Bourre y Sanz, que se redoblaban en la mediacancha para tapar agujeros y ofensivamente para llevar peligro al arco de enfrente. A los quince, y tras recibir de Ferni pisando el flanco derecho del área, Dogo dejó en el camino al último defensa con una finta y definió de zurda para el 2 a 1.
Arriba en el marcador, todo el peso del partido recayó en Indio Bob, que con el correr de los minutos fue a buscar la igualdad cada vez con más enjundia. Pero en cada avance se encontraba con el cerrojo defensivo (que a veces encontraba a alguno de la dupla delantera cooperando en la destrucción del avance rival) y terminaban obligados a rematar desde afuera, siempre bombas teledirigidas que pasaban rozando los verticales.
Sólo cuando alguien preguntó cuánto faltaba y el colegiado respondió “diez minutos”, el Gato logró entender que la mejor forma de defenderse era romper el monopolio rival, pero en vez de enviar una ley de medios al Congreso, lo hizo con la posesión del balón. Cinco minutos duró ese intento, en el que la pelota permanecía, segura, en pies gatorenses, paseándose de destra a sinistra.
Claro que el rival también jugaba y obligado a sumar puntos para no quedar fuera de la competición se lanzaba al ataque a matar o morir, y sumaba claras chances de gol (rebote en el caño derecho tras tiro libre cruzado, un mano a mano delantero rival-red que no pudo conectar solo con el arco desguarecido, sucesivas tapadas de Tarando, la figura de la mañana junto a Bourre).
Cuando la escena se iba completando en felicidad total, y Ferni Huergo y Chicho cantaban desde el otro lado de la raya de cal, llegó la daga al corazón en forma de pitido del árbitro y señal al punto penal, con el desarrollo consabido.
En términos generales, el 2-2 resulta beneficioso para el Gatorei si se analiza que en 80 minutos sólo hilvanó tres situaciones de gol mientras que su rival monopolizó la posesión del balón, erigió al cancerbero Tarando en figura matinal y a los postes en sus mejores aliados. Pero qué sentido tiene bañarse en ese exceso de racionalidad cuando se empató un partido que ya estaba ganado y se perdieron dos puntos en el tiro del final por un craso error arbitral.
Tal vez deba tratarse de conseguir la tranquilidad, y entender que quedan 3 partidos por jugar y si bien algunos rivales directos se despegaron un poco tras la jornada del sábado, las posibilidades matemáticas siguen intactas, en un torneo que se caracterizó fundamentalmente por lo parejo, en el que cualquiera puede perder puntos con cualquiera, y quién te dice…
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